Espacio repleto de reflexiones, relatos, historias, opiniones...

Textos llenos de pensamientos intensos, de palabras de aliento.

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Algún lugar hacía falta donde poder expresar todo lo que por dentro uno guarda.
O simplemente opiniones que se retienen en el interior, causando dudas...
A este lugar se le bautizará como el jardín de las opiniones, donde crecen ideas, e incluso se podrán plantar en él sentimientos, que quizás, algún día den su fruto...
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Éste soy yo, éste es mi ser.

2019-11-24

Desorden

Permítanme escribir como no habitúo hacerlo.

Normalmente son los sentimientos los que se plasman en este lugar, pero hoy no es un día más. O si. Hoy os cuento la historia de dos jóvenes locos, perdidos y humildemente hechos leyenda.

Os hablo de un joven gallego que dejó atrás el mar para adentrarse en los metros de Madrid, arropado por su guitarra. Llenando de música los andenes, las estaciones y calles del centro. Cantando en los bares para tantas personas como dedos tiene una mano -y en ocasiones, menos-. Pero que no dejó de luchar por lo que amaba. No dejó que la noche acabara con él, con sus recuerdos, sus raíces. Su pequeña historia.
Os hablo de una joven Segoviana, que siempre se bañó en letras, siempre amó el expresarlo todo con el cariño que se tiene a quien más deseas cuidar. Viajes en bares en los que recitaba poesía, en los que, también, eran unos pocos los que le prestaban atención. Unos pocos que veían en ella una tímida poeta, escondida tras un flequillo que hacía de barrera entre un público que observaba y su voz que escribía futuros diferentes en los asistentes.
Son -y fueron- parte de los bares de la capital. De los recitales. De los conciertos hasta las tantas. De la música improvisada y los sentimientos escritos en servilletas.

Años después, se vieron en un estadio. 21 de noviembre. Desordenando el corazón y el mundo de miles de asistentes que -siendo afortunado testigo- durante varias horas vivieron una historia imposible de describir.

Como decía, no acostumbro a escribir si no es de corazón, si no es con algún sentimiento de por medio, pero aquel día, no existía otra cosa que no fuera Andrés, Elvira, poesía, música, pasión, paz, desorden.
Fuimos testigos de unos artistas haciendo historia. Rompiendo sus barreras y sus miedos. Quitándose el disfraz para abarcar lo que nunca pensaron.

Andrés, su voz, su mirar. Las lágrimas en sus ojos al cantar lo que siente, o al sentir lo que canta. Su desnudez sobre el escenario. La valentía de los que tienen miedo. La voz de los que no pueden hablar. Las historias de los que lloran en las barras las pérdidas y la euforia de los que sienten estar rotos por dentro. Su manera de mirar a Elvira, con quien se veía estar conectado de una manera en la que la amistad, el arte y la música no podían explicar.
Elvira, su grito. Sus barreras derribadas. Verla saltar, moverse, bailar sin miedo, como a quien no le importa si le están mirando. Cantar como si nadie le escuchara. Vivir tras un micrófono, sin complejos, lo que la joven de los recitales en bares nunca imaginó. Sentenciar y condenar el odio, defender a las mujeres con el puño en alto, describir al amor como amante desnudo que te espera en la cama para leer juntos, o escribir, una nueva historia. Una Elvira sin límites, capaz de comerse el mundo, como esa noche lo hizo.

Esa fue una noche -repito, 21 de noviembre- que marcó a muchas personas.
Desde el primer acorde, se fueron los miedos, la vergüenza, el odio, el estrés, las preocupaciones. Cada canción tenía un nombre, cada poema, un rostro. El corazón latía como nunca y el aire, a veces ausente, nos hacía tener que tragar saliva para darnos cuenta que realmente estábamos viviendo un momento que es historia. Y todos abrazaron sin miedo, besaron sin complejos, lloraron sin preocupaciones, sintieron a flor de piel. Y bailaron y cantaron. Sin miedo a ir descompasados, sin miedo a equivocarse, a no afinar, a quedar grabados en el vídeo de cualquier vecino de butaca. Un Marino que levantó a miles de personas, con un violín como arma que terminó agujereando el pecho de todos los presentes.

El jueves hizo historia. Miles de personas que se reunieron para escuchar poesía. Aunque diferentes, todos queriendo sentir, retirándose armaduras y escudos. Desordenándose. Rompiéndose para que, bajo la lluvia de ese Madrid, volvieran a construirse con un nuevo sueño vivido.

Cuando el papel y la partitura suenan más alto.
Cuando dos jóvenes artistas se juntaron para hacer locuras. Terminaron llevando los conciertos y recitales de los bares a un escenario frente a miles de personas.

Gracias.
Por reconstruirnos.