Espacio repleto de reflexiones, relatos, historias, opiniones...

Textos llenos de pensamientos intensos, de palabras de aliento.

"
Algún lugar hacía falta donde poder expresar todo lo que por dentro uno guarda.
O simplemente opiniones que se retienen en el interior, causando dudas...
A este lugar se le bautizará como el jardín de las opiniones, donde crecen ideas, e incluso se podrán plantar en él sentimientos, que quizás, algún día den su fruto...
"

Éste soy yo, éste es mi ser.

2018-12-18

Uno más, una menos.

Diez y media de la mañana, joder, vuelvo a levantarme tarde.
Siempre me pasa lo mismo cada vez que tengo un plan o quedo con alguien. Me confío demasiado y pienso que me va a dar tiempo a todo y más. Me quedo un poco con el teléfono en la cama. Vuelvo a dormirme. Me despierto a los veinte minutos. "Ya espabilarás" me digo semi-indignado conmigo mismo, "siempre te pasa igual. Eres de lo que no hay. Ahora tendrás el baño ocupado. Te encontrarás la cafetera vacía y vas a perder tiempo de más en hacer lo que podría estar hecho".
Necio confiado.

No pasa nada. Tengo la habilidad de ahorrarme el peinarme en forma de coleta o pelo recogido y la ducha rápida ya la tengo calculada con tiempos cada vez mejores. Tengo suerte de encontrarme la cafetera llena y parece que hoy el tiempo amanece -o ha amanecido, en mi tardío caso- despejado. Parece que el yang del yin muestra sus cartas.
Le escribo un par de mensajes. "Qué ganas tengo de verte. Llevábamos tanto tiempo... Parece que se mantendrá buen tiempo. ¿Te apetece el plan de paseo por la costa?". No contesta en diez, quince, veinte minutos. Nada, ella también se habrá quedado dormida. Al fin y al cabo, vive en plena ciudad, estando aquí por trabajo, y tarda tres cuartos de hora menos que yo en llegar. Todo correcto. Al fin y al cabo, todos nos podemos quedar dormidos, ¿no?

Estoy en el tren. Qué ganas. Hacía tiempo que no me ponía nervioso por el simple hecho de ver a alguien con quien había quedado -odio ese pretérito pluscuamperfecto, pretérito de suposición; forma verbal de lo que hice y no se sabe si fue-.
Me vi esperando en su parada minutos. Horas. "¿Qué cojones le habrá pasado? No acostumbra a tardar. Con lo organizada que es ella. Con lo estricta que es con su dieta, entrenamiento, horario... es extraño". Le escribo. Sigue sin contestar.

Me preocupa.
Miro sus redes sociales.
"Hoy es un bonito día. Hoy va a ser un bonito día. Toca salir a correr y despejarse." es su última publicación.
Rutina deportiva. ¡Qué típico en ella! Al final, estaba más en forma que yo -o al menos se esforzaba más por cuidarse, que lo mío era un caso perdido-. Pero no había ninguna otra señal.
Sigo mirando a mi alrededor esperando verle cruzar cualquier esquina.
Tres horas han pasado y me doy por vencido. Vuelvo a casa.

De camino, recibo una llamada. "¡Al fin se dispone a darme noticias suyas!" pienso, mientras saco el móvil. Veo un número desconocido. Extraño que me llame alguien en fin de semana, pero bueno, no tenía otra cosa que hacer en un viaje de tantos minutos de vuelta a casa.

Silencio...

Silencio...

Vamos a más de 80 kilómetros por hora y siento que el mundo se ha parado. Dejo de escuchar todo lo que me rodea. Dejo de escuchar hasta la voz que me habla entre llantos al auricular.
"¡Es ella, joder! ¡No puede ser! ¡Tío, es ella!". Repito sus palabras. No puede ser.

Solo salió a correr. Solo salió a ver una mañana bañada por los poco característicos rayos de sol de esta zona y esos mismos rayos, no la verán anochecer. Se ha acabado.
Nadie dio protagonismo en esta historia a un puto desalmado que decidió que su interés era mayor que cualquier vida ajena.

Un monstruo más,
una inocente menos.

Llego a casa con pasos lastrados, gastando la poca suela que me queda en estas viejas pero elegantes zapatillas que me puse para el momento. Momento que quedó en un plan que no fue.
No ceno, no bebo, no me quiero ni cambiar.
Nada de esto está pasando.
Puede ser una mierda de pesadilla, al final, todos nos podemos quedar dormidos, ¿no?

Me meto en la cama.
Quiero dormir. Que todo sea un sueño. Despertar. Que nada sea real.
Pero me duele saberlo.

Yo dormiré. Y aunque me quede dormido, despertaré viendo que mientras nadie cree en lo que tantas gritan, otros putos desalmados aprovechan para hacer lo que quieren en una tierra donde su creída superioridad les da derecho a hacer lo que quieran con total libertad. Pensé que todo esto solo eran noticias y culpas ajenas, que eran extremos.
Ella no lo era.
Ella no lo merecía.
Ninguna que sale en esas noticias lo merecía.

Y sin embargo, no se quedarán dormidas para un siguiente amanecer.

Porque esto está plagado de bestias, de inhumanidad, de hombres que merecen lo peor.
Y a su vez, de inocentes mujeres que acaban viviéndolo.

Fue uno más
y una menos.

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Para todas las que quedaron sin voz, 
para todas las que no podrán defenderse.
Seremos vuestra palabra. Seremos vuestra justicia.
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Necesitamos un cambio.
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Desde el escritorio,
entre teclados y noticias,
con la rabia en el corazón.

2018-10-29

He visto lo que no quería

He visto demasiado. Y todo lo visto no ha ayudado a aprender.
He visto cosas desagradables. Y no sé si formo parte de ellas.

He visto un alma en pena. He visto romperse una vida.

He visto amigos traicionar. He visto la mentira triunfar.

He visto a la distancia ganar la batalla contra el amor.

He visto un muerto en un salón donde días atrás juraba a otro cuerpo una eternidad.

He visto a unos padres enterrar un hijo y he visto a un hijo enterrar a sus padres.

He visto familias deshacerse. He visto a familiares dejar de serlo.

He visto el interés en muchos y el morbo en la camuflada empatía.

He visto dar lecciones sobre errores que se cometían.

He visto la muerte como una opción.

He visto la soledad como posible amiga.

He visto sangre correr por mi cuerpo. He visto autolesiones en primera persona.

He visto a la música dejar de ser algo para disfrutar y convertirse en simple interés propio.

He visto a la escritura dejar de transmitir.

He visto lo que no he querido y he visto lo que siempre he querido irse.

He visto sacrificarse por una causa perdida y acabar perdido.

He visto a animales llorar la ausencia de los que eran sus cuidadores.

He visto a un niño perder la infancia.

He visto a una niña perder su inocencia.

He visto cadáveres andantes. He visto poca vida en calles.

He visto cómo todo el mundo puede ser prescindible.

He visto cómo al final todo valor, se reduce a un cero tras la vida.

He visto tantas cosas que no quería ver, que al final no me quedaba más que andar con los ojos vendados. Y aunque no viera nada, escuchaba las traiciones, los gritos, los llantos, la muerte llamando, la tristeza invitándote.

Me he visto perdido.
Y no he visto salida.

2018-10-22

Estoy bañado de cicatrices

Me he cortado los brazos y las piernas. He golpeado las paredes hasta sangrar. No me he roto huesos de la rabia, pero el dolor estaba igual. He estado en una cima, delirando, disfrutando, hasta que me cortaron las alas y caí más bajo de lo normal.
He creído volar, he creído flotar. No estaba más que ahogándome bajo el agua.
He aprendido a creer y me han enseñado a desconfiar. No creo ni en mis propias promesas.

Lucho por sacar sonrisas, me exploto por ver felices a los demás. Los baños son testigos de mis cicatrices cuando algo sale mal.

He tenido las malas noticias como normalidad. He vivido junto a la muerte como si fuera una más en el grupo de amistad.

Me han roto una vez. Me han roto dos veces. Ha sido evento mensual el romperme. Y siempre llego a tiempo y reparado a un nuevo sacrificio.
Me he tenido que reconstruir de tantos materiales y emociones, que ya no sabía cuál era mi principal apoyo, mi manera de ser ni mi objetivo.

He sido un cristal roto con el que se han cortado. He sido un cristal roto con el que me he cortado. Y he sangrado. Demasiado. He escrito gran parte de mis textos con esa sangre sobre un cuaderno que guardo con miedo. No quiero quemarlo, por si pierdo parte de mí. No quiero sacarlo a la luz por si esa parte de mí vuelve a tomar el control.

He dudado como nadie. He temido como todos. Tengo una armadura con mis complejos, no pocos, ocultando mis debilidades. No he sabido querer. No me he sabido querer. He amado. He sido rechazado. He vivido relaciones con ventaja sobre alguien que no sabía de mí. He ofrecido algo que me han quitado y nunca devuelto. No he sido correspondido en el amor. En la amistad.
He perdido familiares, amigos, mascotas, sueños, ideales...

He viajado sin disfrutar. Solo para romperme y vaciarme.
Volver a cortarme. Volver a dañarme.

Y tras tirar y dejar atrás todo lo que era -lo que creía ser-, me he visto con la necesidad de volver a llenarme. De volver a construirme. De tener nuevos objetivos. De volver a pensar en querer. En soñar. En luchar. En dar algo que sé que no me devolverán, pero ofrecerá felicidad.

He querido viajar para romperme.
He querido viajar para así, volver a construirme, de esta manera.
Vestido y bañado de cicatrices.

2018-08-18

Escribo

Siempre escribí por miedo, por necesidad o por promesas.
Escribí por miedo. Miedo a ser olvidado. Miedo a olvidar. Miedo a no tener a nadie. A tenerlo y perder. Miedo a no ser capaz. Miedo a no saber levantarme. Miedo a no ser comprendido. Miedo a no comprender. Miedo... a no ser querido ni saber querer.
El miedo, una de las sensaciones más naturales. Una reacción hacia lo desconocido. Un intento de protección. Y aun así, acabo en mil pedazos con cada suceso, cada pensamiento, cada sentimiento.

Odié la violencia. Odio las discusiones -que no debates-. Odio que no me den la razón cuando la tengo, al igual que odio no tenerla -aunque admita confundirme-. Odio haberme escondido días, semanas, meses y años de una violencia explícita diaria en forma de rayos de sol. En forma de lluvia. En forma de granizo. En forma de viento que juega a despeinarnos y a jodernos la ropa planchada.

Odio echar de menos a los que no están. A los que están. A los que estando, no están. Odio el pasado. Mi pasado. Odio cómo los recuerdos juegan a intentar desencaminarme.

Escribí por necesidad. Porque "si no escribo, exploto". Porque "si no escribo, siento que nadie me escucha". Porque "escribiendo es la única manera de sentirme leído; por nadie, o por mí". Escribo porque necesito soltar lastre y dejarlo plasmado en páginas digitales o físicas. Dejar mis defectos en un cuaderno o en una página de borradores en un blog cualquiera.
Escribo por necesidad de sentirme querido. Por necesidad de querer. Por necesidad de recordar cada caricia rodeado de velas, de agua, de hierba o un par de sábanas. Porque en mis textos mi sentimiento siempre puede llegar a triunfar y ser correspondido. Porque son historias de amor y desamor hechas a mi medida. Con sus logros y sobre todo -pero ganando con gran ventaja- derrotas y desgracias. Vivo del desamor. Vivo de la imposibilidad de ser querido. Escribo para camuflarlo y aparentar vivir en un ideal de historia de dos, de tres, de uno solo incluso.

Escribo por promesas. Escribo porque prometí hacer eterno todo aquello que lo merece. Escribo porque prometí hacer a alguien poema. Porque prometí no olvidar a alguien que marchó. A alguien que simplemente, dejó de ser compañera de viaje en la vida. Escribo a quien prometí escribir. Escribo para hacer legibles las historias de personas o almas que cambian vidas. Escribo porque hay nombres que nunca querré olvidar y prometo plasmarlos en papel.

Escribo porque me prometí no dejarme nunca.
Escribo porque prometí que el miedo nunca sería necesidad en mis decisiones.

Escribo porque quiero que se escriba.

2018-07-27

Pequeño desastre

Así me presento, sin rodeos. Un pequeño puto desastre. Alguien a quien los horarios le comen y a quien los sueños le quitan el insomnio. Alguien que pone diecisiete alarmas seguidas y se despierta a la número trece -con mucha suerte- siendo el resultado volver a levantarse casi dos horas tarde. Ese que quiere ser de los últimos en felicitar los cumpleaños y siempre se le acaba pasando el día, la semana... a veces el mes o el año entero.

Qué quieres que le haga, si soy el ejemplo que las madres ponen de lo que no habría que hacer.
Soy de los que les gusta ir despacio, pero con mala letra. El mismo que escribe tres veces una carta para terminar rompiéndolas todas y no mandar mensaje alguno. Al que el dibujar le frustra tanto como borrones hace del simple boceto de apenas un trazo.
"Esto lo estoy empezando mal. No debería de ser tan torcido para hacer... bueno, no sé lo que quiero hacer". Y así con cada idea en la cabeza. Nunca sé a dónde quiero llegar. Pero sé que no me gustan los caminos que tomo. No sé lo que quiero decir pero soy capaz de hablarte durante dos horas -sin olvidar que mínimo diez veces te preguntaré si te está aburriendo o si estás escuchando por cumplir-.

Exacto. Soy ese que demasiadas veces habló de sus ilusiones, de sus pasiones, pero a gente equivocada. Eso me enseñó a no querer molestar a nadie.
- ¿Cómo te encuentras?
- Bien, supongo.
Porque no podía ir más allá. Todos los que preguntaron era por cordialidad. Ellos querían escuchar un Bien e irse con la sensación de haber hecho lo correcto. Si tu respuesta fuera "Pues bueno... llevo mala racha. La verdad es que estoy mal por..." ¡Cállate! No quería escucharte hablar tanto ni me interesa tu situación.
Soy ese pequeño y puto inocente que pensó que el hablar y abrirse crearía interés en alguien.

Soy a quien le gusta el café caliente pero se despista tanto que termina bebiéndoselo frío. Soy a quien le gusta los abrazos interminables pero nada más recibir uno, da un par de palmadas en la espalda y se separa porque "Joder, ¡qué pesado y pegajoso eres!" Soy quien diría cada día Te quiero pero -tras ser adoctrinado en el silencio- se calla, no vaya a ser que crean que eres un interesado.
Soy de los que se enamoran fácil -con el peligro que ello conlleva- pero que se desenamora aún más rápido porque Quién querría estar con aquel que está roto, habiendo siempre mejores, habiendo siempre alguien más. Soy quien ha aprendido a base de duras hostias que todos somos prescindibles -siendo esa lección una en la que el más prescindible era yo-.

Soy ese desastre que intenta solucionar algo huyendo.
Soy quien odia la violencia y prefiere recibir una ráfaga de disparos a producir heridos.
Soy un desastre que -tristemente- prefiere quedar de malo, a hacer sufrir.

¡Qué quieres que le haga!
Solo soy un puto desastre que no sabe solucionar nada y que tras caer en un oscuro agujero, en vez de buscar la salida, se acomoda y deja pasar el tiempo mientras, sin crear interés ni contar nada, piensa que le vendrán a ayudar.

Soy quien escribe por no hablar.
Soy quien calla por no interesar.
Soy quien no quiero ser.
O quien quise siempre ser.

Soy el desastre que fabriqué.

2018-06-14

A un cuerpo de distancia

No duermo.
Espero que descanses.
En tu cara el esbozo de una leve sonrisa mientras sueñas.
Merece la pena quitarle horas a Morfeo de mi agenda
por momentos que no quieren que les olvide.

No deja de sonar un piano de fondo y temo apagarlo 
por si tus sueños bailan en sus teclas.

No planeo escribir más.
Demasiado me has cambiado en apenas un cuerpo de distancia.
Demasiado ha cambiado la semana en apenas un mensaje de nostalgia.

En misión de vigilancia he estudiado todas las estaciones de tus pecas.
He recorrido con mis fuerzas cada pesadilla que te abraza.
Hoy no es día de visita.
Hoy es el turno de la tranquilidad. 
De la calma que inspiran tus manos abiertas al mañana.

No tocaba noche de texto. 
Pero has insistido en estar especialmente guapa
para ser más musa que nunca.
Con los ojos cerrados.
Con el abrazo a la almohada.

Llevas tiempo queriendo ser libre
y nunca te he visto más golondrina
que viajando entre los acordes mayores
de tus canciones favoritas.

Odio que aparezcas de repente,
sin llamar a la puerta,
en mis pensamientos.
En mis sentimientos.
En mis líneas.

No te di permiso, y tomas las advertencias como retos.
Nunca quisiste irte.
Pero nunca fuiste.

No soy nadie para dar títulos
pero he intentado hacerte eterna
en más líneas que fotos.

Te pido perdón si nunca te cuento el secreto,
pero si mis textos enamoran,
es porque tú lo haces.

Tú eres mis dedos sobre el teclado.
Tú eres cada nombre que viene al leer todo.
Tú eres Soñar, Amar, Reír, Andar.
Eres el no querer caer.

Eres mi insomnio. 
A kilómetros.
A un cuerpo de distancia.

Cuerpo que descansa al calor
de las calles de una ciudad del este.
Del ventilador de tu ordenador,
el que hoy te hace eterna.

2018-06-12

En mis noches en vela

Creo que he muerto.
No por dejar de respirar,
ni por renunciar a vivir.
Creo que he muerto,
porque un sueño no podrá nunca transmitir tanta calma.

Siento que llueve en la calle, o que los coches pasan sin respetar los semáforos.
apenas escucho el piano que suena, ni la charla que tengo abierta.
Respirar se ha convertido en escucharte suspirar,
alcanzar el teléfono, o el sueño, una pesadilla.

Mi derecha guarda momentos de sinceridad.
Mi izquierda guarda todo por lo que daría la vida.

Quizás mi pecado es no pedir más abrazos.
Quizás es el no robarlos.
Lo siento, tengo un miedo que me incapacita
a desearte no buenas, sino mejores noches.

Creo que he muerto,
porque entre la oscuridad de cuatro paredes
hay luces que me están alumbrando tu perfil.
Y juro que nunca vi atardecer más bonito
que el de la sombra en tu mejilla.

Describen tu pelo como rayos de sol,
que no deslumbran, pero ciegan.
Que no es noche, pero hace soñar -a veces despierto-.
Rezar(te) por el bien.
Creer(te) en la eternidad.

En mis noches en vela algo no iba como esperaba.

Sabía que iba a escribir,
con un pasado o en un futuro.
Lo que no tenía en mis planes,
eras tú.
En presente.
A mi lado.
En mi poema.

Haciéndome escribir tu nombre.

2018-05-21

Candados en el puente de París

Miramos a los dos lados y no hay nadie. Podemos seguir besándonos sin miedo. Como animales en libertad alimentando sus ganas de vivir. Cogiéndonos las ganas y rozando nuestras ansias. Una extraña aventura con máquinas rodeando. Una tenue luz alumbrando tus hombros. Nuestras manos cogidas con fuerza, son candados en el puente de París. No nos dejamos escapar ni dejamos juntarnos.
Me era extraño que fueras tú, la que apareció tras tiempo. La que volvió a sonreírme y a darme los buenos días. Sorprendente paso del beso en la mejilla, a la caricia con tus labios en los míos. Posados. Una hoja que termina su vida en rama y comienza una aventura dejándose llevar por el viento. Caída en el río. La corriente arrastrándola. Corriente de gente que comenzó a pasar por las calles. Esas que acababan en Roma. En nosotros del revés. En nuestras palabras dadas la vuelta.

Por primera vez desde hace años. No corremos. No nos escondemos. No caemos en lo que nos rodea. Simplemente éramos, somos. Dos números cardinales sumados en la preciosa ecuación de la felicidad. Porque ambos sabemos que sin el valor que nos damos, no había ningún resultado positivo posible. Simplemente, éramos. Tus grandes ojos, mis infinitas ganas. Tu amplia sonrisa y mis formas de hacerte eterna. Dos gorriones jugando a encontrarse en cada cruce de palabras, chocando con los labios y mordiéndonos las sílabas. Entorpecemos los Te quiero con risas encajadas a la fuerza de la lengua que desliza la oración para no perderte.

No recordaba estar tranquilo entre la gente, hasta que me he posado en tu boca. Respirando tus latidos y escuchando tus ganas de seguir corriendo. Cogiéndome de la mano, riéndote, haciendo nuestras las avenidas. Poniendo tu nombre a cada flor. Subida en mi cintura. La pared sujeta tu espalda. Tus manos mis mejillas. Tu boca, mi sinceridad. No tiene que estar para ser testigo el sexo de cómo hacemos el amor. Sin siquiera quitarnos la camisa, estamos desnudos. Amor con ropa, amor sin complejos. Sin miedo del cómo nos miran. Sin vergüenza de las sonrisas de parejas que entienden que la pasión, es el comienzo del amor. Que nuestras ganas son sus manos entrelazadas en un paseo por la playa.
Nos miran. Nos da igual. Seguimos sonriendo. Una suma de dos. Un valor infinito.
Es amor. Es tranquilidad. Es el saber que te extraño sin siquiera haberte ido aún.

Sé que es todo eso, porque lo estoy soñando. Porque te vivo cuando no te veo.
Porque tu olor permanece en mi camisa. Porque tu sabor, en mis manos. Atadas a las tuyas. Como candados en el puente de París.

2018-04-24

Qué fuimos

Yo era otra gota en tu espalda, deslizándose por tus vértebras
y tu espina dorsal se clavaba en mi garganta,
atragantándome en cada beso que dedicaba
a tus costillas creadoras de mi vida.

El dar de cada día, un masaje terminado en santo pecado.
Noches de bohemia y despreocupación. De escribir a nuestro herido diario que las luces del peón del tablero tiraron las torres de discos que tu mesa protegía. Tu alfombra vestía entonces el Rock'n' Roll de unos cuerpos desnudos bailando en una pista horizontal un paso con doble de hielos, deshaciéndose en el vaso en el que el ron se ahogaba. El teléfono colgado de una soga que comunicaba demasiado al balancear el olor vainilla de tu perfume favorito, arraigado al cuello que mordía, al brazo que acariciaba. Las sombras de una cortina, pura y blanca, con un negro futuro arrancado de sus anillas y tirado junto a la cama que deshecha, hacia el amor unido, con dos sobre el colchón.
El significado de las líneas cambió cuando la historia, terminable, me dijo que mi nombre se borró del buzón que recibía tus cartas. En el que al mirarme, hacías no conocerme y no querer hacerlo.

Terminé siendo ese extraño desarreglado que frecuentaba las barras libres de sentido y con botellas vacías y llenas de historias como la que lloraba cada cóctel en mi garganta.
Dolor inhumano el sentir clavadas tus espaldas cuando cruzabas mi campo de visión, tus puntos de mira apuntando en otra dirección y tus sonrisas besando cualquier amante de noche triste que te dejaba sola con tu cortina, con tu vainilla y tu colchón.

Una vez jugamos a ser dos Dioses desterrados, por osar hacer cada esquina del mundo nuestra y por ubicar cada estrella en las pecas de tus caderas. Las constelaciones tenían tu nombre y era fácil reconocer tu sonrisa en el cielo.

Y como del río, todos quisieron probar de ti. Fuiste una estrella fugaz en sus noches de cometas y lluvia de bellas palabras en el aire congestionado por la contaminación de una acústica silenciada. De unos llantos callados con la almohada que me daba los buenos días. Con las sábanas que secaban los ojos que cuando me miraban en la barra del mar, llevado por la marea, miraban hacia otro horizonte.

Porque terminamos siendo dos desconocidos que se conocían demasiado.
Dos conocidos que no se reconocían.
Terminamos siendo al fin, lo que en un principio temimos.

Un dos, dividido en cifras.
Uno solitario que no volvería a multiplicar su sentimiento por el dos que nunca dormía sola.
En realidad,
eran dos unos que dejaron de sumar para acabar sin casi valor.

2018-02-18

No soy yo

Despierto.
Nuevo día.
No sé si son las 7 de la mañana o las 12 del mediodía. Me hallo confuso por las pocas luces que dejo pasar entre los espacios de la persiana. Confundo al sol con las farolas y el calor con el abrazo de las sábanas.
No distingo entre las sombras los deberes que tengo por hacer. No encuentro entre las gotas de sudor las ganas de realizar ninguno de ellos.

Cruzo la puerta, sin hacer ruido, sin molestar, pasando desapercibido -como cada día en la multitud- y me miro al espejo que refleja el cuadro que nunca me gustó, el retrato más odiado. Sigo sin reconocer lo que veo; desarreglado, sin energía, apagado y con pocas ganas de mirar. El pelo sujeto con la goma que no le deja ser libre, la barba irregular y descuidada, puede que por pereza o por las pocas ganas de hacer nada que ya caracterizan a ese reflejo que me mira con odio y desprecio.

El escribir ya no me llena y me causa más ansiedad que placer. Ya no es parte de la terapia de desahogo y ya no me satisface. Escribir se está convirtiendo en una incomodidad y en un acto que me produce náuseas a cada palabra que inmortalizo en la pantalla.
El componer me deja amargo sabor por las malas melodías que no logran acompañar ni describir estados ni sentimientos. No existen notas sostenidas que sujeten el pentagrama que quiero romper y tirar a la basura.

No entiendo nada.
Ni el reflejo ni la historia que cuenta y el odio que representa.

No han pasado más de dos minutos y ya he dejado de comprender muchas de las cosas que rodean mi día a día y que forman parte de mi ser. Me conocen por ello, me presentan con ello. Y tras un nombre y adjetivo, no soy más que un cuerpo vacío andando y buscando la próxima pasión que pueda ofrecerme un intento de serenidad.

Ya no me siento en calma en la orilla del acantilado.
Ya no disfruto de la brisa del horizonte.
Las montañas se me quedan altas y los mensajes, pequeños.
Ya no escribo cartas ni expreso sentimientos.
Realmente, creo que ya no siento

No soy yo,
no soy nada.

2018-01-16

Ya no

No es lo mismo, no es igual. Lo que la mañana me inspira y la noche me entorpece. El sueño interrumpido por mis pensamientos y el baile y las vueltas entre sábanas.
Ya no duermo, ya no brillo, ya no tengo ilusiones.
Tus miradas ya no me inspiran, tus caricias ya no me salvan. Me bloqueo en mí mismo y confusos pensamientos golpean mi cabeza. He llegado a ver final, pero no puedo.
Tengo demasiadas promesas pendientes. Aunque ahora ya no me veo capaz de cumplir la mayoría de ellas. Ya no me veo capaz de cuidarme, de animarme, de disfrutar de mis virtudes, menguantes, reducidas cada día por mi mente.

Ahora ya no tengo abrazos. Ahora ya no son iguales los besos con los que te dibujaba una vida bajo el ombligo, ni el sudor que se mezclaba en nuestras caderas.
Me abandonaron y ya no tengo musas. Marcharon, enamorando a otro triste escritor de sucios textos y borrones etílicos.

Ya no lucho, ya no fuerzo, ya no vivo. Las agujas del reloj me empujan minuto a minuto, dejándome llevar, dejándome lanzar al vacío de la desilusión.

Mis textos ya no tienen fuerza, no tienen coherencia, no tienen atracción, ni sentido.
Los combiné con mi vida, dejando de darles protagonismo y esperando el momento en el que algo me hiciera volver al raíl que me hacía creer dirigirme a un destino.

Ya no me veo.
Ya no me siento.
Ya no me espero.
Ya no me tengo.