Espacio repleto de reflexiones, relatos, historias, opiniones...

Textos llenos de pensamientos intensos, de palabras de aliento.

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Algún lugar hacía falta donde poder expresar todo lo que por dentro uno guarda.
O simplemente opiniones que se retienen en el interior, causando dudas...
A este lugar se le bautizará como el jardín de las opiniones, donde crecen ideas, e incluso se podrán plantar en él sentimientos, que quizás, algún día den su fruto...
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Éste soy yo, éste es mi ser.

2020-09-22

La noche en la que besé el sol

 No sé qué me hizo salir por las frías calles de Madrid aquel año en el que simplemente me acerqué a cerrar un par de tratos y visitar viejas amistades. Pero la habitación del hotel -bastante bueno, para lo que estaba acostumbrado- se me hacía pequeña y me ahogaba. 

Salí a respirar aire "puro" -dentro de lo que el circular de los coches me dejaba-. Necesité de un lugar donde poder tomar algo, además de decisiones. No tenía nada claro y mi vida estaba en un tambaleo que oscilaba entre la necesidad de vivir y querer vivir. Entre unos trabajos que me anclaban o seguir las pasiones que tenía. Pero desde el asfalto y las tiendas cerradas no tenía mucha perspectiva. Crucé el centro de la ciudad buscando un bar que me invitara a beber o ver la noche pasar, lejos de esa habitación de hotel que aún olía a despedida.

No tenía mucho en los bolsillos. Unos cuantos euros, dos entradas para el cine sin usar, una relación acabada semanas atrás y una foto de fotomatón arrugada. Uno de los bares me llamó especialmente la atención. No porque fuese en pleno centro, porque llevaría casi una hora andando. Tampoco por su colorido, dado que era más como un bar de tarde. De café y libro. De luz en calma y no mucho ruido. "No se qué del cielo" creo recordar que era su nombre. No sé si una delas calles venía de Callao o si me perdí y cambié de dirección a la hora de cruzar el Retiro. Pero ahí me vi de cara con la necesidad de entrar.

Parecía un lugar de culto para los corazones rotos. Parecía que allí todos iban a ahogar el pasado -o sus penas al recordarlo-. Comenzaba a entender la conexión y la fuerza que me atraía a sus mesas. Y pedí la primera cerveza. La que no solía beber, pero, esta noche era algo rara. No sé si quería olvidar, si no quería recordar o si, simplemente, quería que pasara. "Pero si ya son las nueve y no he cenado. ¿En serio me voy a poner a..." y no me dio tiempo a terminar de preguntarme. La jarra golpeó la barra y el camarero, con una sonrisa cómplice -como si supiera que todos los que la pedían era porque la necesitaban de urgencia-, me invitó a la primera. "¡Gracias!" le intenté gritar entre el barullo silencioso del lugar. 

Repasaba todos los acordes de las canciones que canté en esa ciudad. Cantaba las letras -o más bien, se las susurraba a la jarra, que ya era la segunda- que recordé dedicar alguna vez a alguien que, desde hace bien poco -aunque se me hizo eternidad viviendo tan lejos-, eliminó toda toma de contacto posible. Aunque la mayoría estuviésemos solos en aquel lugar, me sentía observado. Como si fuese el único que se martirizaba con el pasado. Que hablaba solo. Que movía los labios sin querer. Y eso llamase la atención. No veía más que gente mirando móviles. Supongo que repasando galerías de fotos. Algunos más valientes borrándolas. Todos estábamos centrados en nuestras desgraciadas vidas. Excepto una persona. Que me miraba. Que forzaba los ojos, como si hubiese olvidado las gafas y fuese la única manera de enfocar mejor -aunque, eso no hacía más que delatarle más en su intento de espiarme-. Pasamos así media hora, hasta que en una de las vueltas a la barra a por otra jarra más -ya no sé ni cuál era, además de que no acostumbro a beber y perdí la capacidad de contar-, coincidimos. ¿Casualidad? ¿Intención? No lo sé. Pero ahí estábamos los dos. Sin saber cómo iniciar una conversación pero queriendo preguntarnos.

    - ¡Hola! Oye... que... sé que te has dado cuenta de que te estaba mirando. De verdad. Lo siento si te he hecho sentir incómodo, pero es que me recuerdas mucho a un amigo y no sabía si eras él. En serio, perdón. Es que además he olvidado las gafas en casa, que he salido corriendo porque necesitaba respirar un poco de aire. Y estaba agobiada... -no entiendo la carrera que cogió a la hora de hablar, pero, parecía todo estudiado. Aunque, se le veía angustiada por sentir haber molestado a alguien-. ¡Por cierto! ¡Qué cabeza la mía! Me llamo Sol. Encantada.

    - Yo soy Alex. Encantado. Y nada, no te preocupes. La verdad es que, no eres la única que me estaba mirando. Parece que saben que no soy de aquí -me reí e intenté quitar peso a su incomodidad-. He venido a visitar a unos amigos y... bueno. Digamos que a cerrar cosas y pasar páginas.

    - Pues, ¡no has elegido el bar más alegre para pasar las noches, la verdad! -soltó una carcajada mientras sus ojos empezaban a brillar. Parecía no haber reído hace tiempo-. Aquí vienen, digamos, los "deprimidos" o los que quieren un momento a solas.

    - ¿Y cómo es que estás aquí? ¿También has improvisado lugar y te has confundido? -intenté ironizar-

    - La verdad... soy habitual desde hace tiempo. Digamos que... soy Cliente VIP. No acabé bien hace unos meses con alguien, y... desde entonces intento huir escondiéndome en este lugar -señalaba todo lo que le rodeaba-.

La verdad, me sorprende la capacidad de abrirse de la gente con desconocidos. Y ya si sumábamos lo que hubiésemos bebido, era una bomba de sinceridad.

    - Cada vez que en casa me agobio, intento desconectar aquí. -Su móvil empezó a sonar y le dio rápidamente la vuelta al ver un nombre en la pantalla-. Si... Además, bueno... Las llamadas constantes de alguien me dan ansiedad. Digamos que... es alguien que dijo demasiado con palabras y luego, sus acciones... -se sujetó el brazo como soportando un dolor físico, además del interior- no eran las mejores. ¡Suerte que supe huir! -me dijo con una sonrisa. Como si todo lo que me dijo en esos apenas cinco minutos no tuvieran nada de relevancia.

    - Espera, ¿estás bien? -la verdad, acostumbro a preocuparme demasiado pronto por desconocidos. No sé. Defecto o virtud.

    - ¡Si, si! Simplemente, me alegra encontrar a alguien que parece que sabe escuchar a alguien más que no sea su mente.

Me tuve que reír. Era irónica la situación de haber querido pasar la noche a solas en algún bar y terminar de conversación con una completa desconocida sobre su vida amorosa defectuosa -como la que todos teníamos en aquel bar-.

    - ¿Y tú qué? ¿No me dirás que tienes el superpoder de hablar con las cervezas? Porque te he visto susurrarles a unas pocas, y la verdad... lo estabas dando todo y ponías el sentimiento en ellas.

    - ¡Qué dices! -me pilló cantando a las jarras- Lo único que hacía era... bueno. Recordar canciones pasadas que antes cantaba con alguien que, ahora no va a querer cantar más conmigo. Digamos que... ahora canto solo.

Se quedó quieta mirando mis labios. Como recordando las canciones que cantaba. Como reconociendo las melodías que susurraba y queriendo compartirlas. Como recordando un sentimiento que -apuesto que fue la cerveza- resurgía de un pasado en el que sintió un amor intenso y perecedero en unas llamadas que ahora le acosaban. Y me miraba a los ojos. Como quien mira a alguien, pero no le escucha hablar. Y nos miramos más allá. En un pasado en el que queríamos querer y en el que en ese instante, en el que sonaba My Inmortal de Evanescence -la verdad es que no, no era un bar de música especialmente alegre-, sentimos algo que recordábamos familiar, pero por un completo desconocido.

Y esa fue la noche en la que besé el Sol. La noche en la que dos jarras llenas de cervezas pagadas se quedaron sin tomar y en la que en plena oscuridad, nos sentimos alumbrados. En la que Sol durmió a mi lado. En la que la habitación del hotel tuvo una galaxia completa en ella. Y en la que, por la mañana, como si de la Luna se tratase, Sol se vistió y se fue. Y no volví a ver nunca el día en ninguna noche.

2020-04-15

Como quien quiere a la calma

Me entierro entre restos de fragmentos del fuerte que una vez fui.
Y naufrago en el mar, perdido.
No hay faro que me guíe en esta tempestad de recuerdos y nostalgias de abrazos y besos lentos,
con la calma de un velero a costa mansa y la brisa de verano a babor.

No logro recordar la última vez que en la cubierta de una cama,
me sentí parte de una tripulación de dos.
En la que los besos giraban el timón y dirigían el amor a puerto seguro.

He despertado.

En medio de la tormenta tus ojos me alumbraron.
Guiaron mi rumbo.
En medio de la tormenta tu cuerpo me esperaba sobre la arena.
Sin cubierta, sin tripulación, pero con el pecho y los brazos abiertos.
Con el añoro del regreso al hogar.

Y te echo de menos, sin haberte besado de más.
Sin haberte tocado el mar.
Tengo tus pecas en la memoria.
Conozco las islas de tu cuerpo.
Y en mis noches, tu sonrisa calma el terror que me da perderme en la oscuridad.


Te he deseado.
Pronto he de volver.
Me he excitado al golpear el acantilado en tus caderas.
Y salpicar olas de placer.

Te he querido. Te quiero. Como quien quiere a la calma.