Mi sueño

Escucho hablar por la calle de detalles, de momentos, de bellezas y poesía. Escucho cómo la gente cree conocer la perfección en los colores o la perfección de la naturaleza.
Escucho a mucho extraño hablar, pero nadie te conoce.
El tacto de las nubes en tu pelo, brillo de estrellas en tu mirar. Olor del rocío en tu cuello que va bajando por tu piel.

Ahora te tengo nuevamente frente a mí, dispuesta a enseñarme el mundo, con ganas de ganar cualquier batalla.
Vuelvo a preguntar por ti, te vuelvo a oír susurrar. El aire roza tus labios y me arropa más y más. Es tu nombre, el que escribo en el sobre de cada carta, el que tatúo con caricias en la almohada.
Blancas sábanas vistiéndote, dándote el calor que no tengo valor de proporcionar y varias gotas de sudor peinando tu melena. Cargado ambiente, deduce el sexo sentido. Abrázala nuevamente canta un jilguero en la ventana...
Y vuelvo a despertar.

En ocasiones rechazado amanecer que me separa de tu figura, de tu sonrisa, de tu calor.
No sé cómo amaneces, no sé cuál es tu primera sonrisa por la mañana. Desconozco las cucharadas de azúcar que complementan tu café y si la ducha te sienta bien, si comienzas el día prefiriendo abrir los ojos envuelta en un abrazo o con tu canción favorita como banda sonora.
No escuché la melodía de tu despertador ni el bostezo de buenos días.

Y aun así... quiero vivirlo cada día. Quiero que sea lo que me despierte. Tu compañía.

Fortuna encontrarte, caída del cielo, posando tu luz sobre mí.

No fue error morir, no fue error romper mi interior en pequeños pedazos. No fue error si buscando cada uno de ellos, reparaste lo oxidado de mis sentimientos y diste brillo al amor, puliendo espadas de pasión.

No hay error si los que hablan de belleza, de poesía, de felicidad... aún no te conocen.
Cuando lo hice, comprendí lo que decían.
Cuando tu nombre es poesía.
Cuando tu felicidad es belleza.

Cuando mi sueño, eres tú.

Voy a hablarte de la vida

Voy a hablarte de lo que es un parpadeo sincronizado, el contagiar una carcajada. Del reír y no saber por qué.

Voy a hablarte de lo que es el mirar sin que lo sepan, el no dejar de observar una sonrisa.

Voy a hablarte de lo que es su fuerza y optimismo.

De lo que es conocer todo aquel que le rodea y ver cómo nadie se excluye a la hora de ayudar.
Del comparar atardeceres con los colores de su piel, las nubes con los de su pelo.
Voy a hablarte de la sensación al intercambiar miradas, del calor de un abrazo. Del bailar hasta no poder más, del pisar en un cambio de pasos, del chocar al cantar acercando la cabeza, del golpear sin darte cuenta al girar con efusividad.

Voy a hablarte del perderse en la naturaleza y encontrar un camino que no está marcado, del hallar una salida a tus laberintos el fin de conflictos.
Voy a hablarte del recuperar sentimientos, del querer. Del comparar cada rincón del mundo con sus curvas, del querer sonreír por sus sonrisas.

Hablarte de su nombre, hablarte de su piel, del olor de su perfume y el brillo en su mirar.
Hablarte de la verdad incómoda en una broma sin importancia.
Hablarte del valor, del miedo, del poder y la fuerza.

Voy a hablarte de la valentía de la lucha por un sueño, por una pasión.
Voy a hablarte del capricho de ser feliz.

Voy a hablarte de las musas que se cruzan sin querer, de las batallas que afrontas sin prever.
De los rasgos que se inmortalizan en tu retina, del tacto de sus manos.

Voy a hablarte de lo que es la felicidad, su felicidad, la de todos.
Voy a hablarte de los cambios inesperados. Del perder amigos, del no volver a ver a gente.
Voy a hablarte del infierno, de lo oscuro, de lo jodido del caer y no tener fuerza para levantar. Del miedo, del abandono, del rendirse. Voy a hablarte del no verte capacitado de dar un paso más.

Voy a hablarte de tu ángel guardián. Voy a hablarte de quien hace que no pierdas la esperanza.
Voy a hablarte de luz.
Voy a hablarte de amor.
Voy a hablarte de bondad y sinceridad.
Voy a hablarte de ella.

Voy a hablarte de la vida.

Voy a hablarte de mi vida.

A ti, música. Adiós, o hasta pronto.

Todo aquel que me conoce, bien sabe que música y yo siempre hemos ido cogidos de la mano de una manera muy cercana. Que sin ella no era yo, que sin su compañía, algo quedaba vacío en mi día a día. Cada momento era acompañado de unos acordes, de unas melodías o de unos toques de mayores y menores que daban brillo o quitaban color a las historias que me tocaba vivir.

Poca gente hay que me conoce y no me ha visto nunca hablar de ella, disfrutarla, interpretarla, dedicarle tiempo o hacerla parte de mí. Todos saben que al igual que un cuerpo es un alto porcentaje de agua, mi personalidad y alma era también grandísimo porcentaje en música.

¿Qué te gusta de la música? ¿Qué estilo te llama? ¿Qué prefieres tocar?
A esas respuestas no tenía más que un: “A mí me gusta tocar. Sea el estilo que sea. Sea el instrumento que sea. Con la gente que sea. Simplemente, disfruto emitiendo unos sonidos cuya compañía en conjunto a otros, termina siendo una unión sorprendente.”
Y muchos han sido los que han visto lo que es para mí, lo que me llena, toda la vida que me da...

Pero últimamente no es lo mismo. Lo que siempre me llenó, lo que me ilusionó, comenzó a ser un peso, una responsabilidad, una sensación de que por mucho que hacía, no lograba aportar nada nuevo al gran mundo al que pertenecía. Y como toda persona, eso me causaba una sensación de vacío, de infelicidad, de derrumbe interno... Lograron que lo que era para mí una pasión, una parte que me daba vida, acabara siendo un lastre que me hundía más y más y me iba partiendo poco a poco.
Cosas que pecaban de sentirse en un cielo que no estaban. Delirios que no llevaban a más lugar que al suelo. Tropiezos que no ayudaban a levantar con más fuerza... Y en resumen, negatividad que no ayudaba a que lo que es una pasión continúe siéndolo.

No sé qué es lo que quiero, no sé si realmente te quiero, o si por quererte muero o muero por quererte. Pero ahora mismo, lo que necesito es alejarme un poco de ti, mi vida, mi pasión, mi amada música.

Es algo que duele, es algo que daña y me hace sentir débil... pero por ahora, te dejo.

Quiero deshacerme de toda la historia, de todo lo que tengo, de todo lo que siento y algún día volver a nacer y volver a caer en tus redes, en tus acordes, en las líneas de tus pentagramas.
Quiero volver a recordar por qué llegaste a ser todo en mí, por qué llegaste a formar parte de mi día a día, y por qué hoy en día eras lo que me hacía grande, inmenso, enorme, aunque fuera en mi pequeñez.

Por ahora, solo me queda decirte adiós...
O hasta pronto.