Espero que descanses.
En tu cara el esbozo de una leve sonrisa mientras sueñas.
Merece la pena quitarle horas a Morfeo de mi agenda
por momentos que no quieren que les olvide.
No deja de sonar un piano de fondo y temo apagarlo
por si tus sueños bailan en sus teclas.
No planeo escribir más.
Demasiado me has cambiado en apenas un cuerpo de distancia.
Demasiado ha cambiado la semana en apenas un mensaje de nostalgia.
En misión de vigilancia he estudiado todas las estaciones de tus pecas.
He recorrido con mis fuerzas cada pesadilla que te abraza.
Hoy no es día de visita.
Hoy es el turno de la tranquilidad.
De la calma que inspiran tus manos abiertas al mañana.
No tocaba noche de texto.
Pero has insistido en estar especialmente guapa
para ser más musa que nunca.
Con los ojos cerrados.
Con el abrazo a la almohada.
Llevas tiempo queriendo ser libre
y nunca te he visto más golondrina
que viajando entre los acordes mayores
de tus canciones favoritas.
Odio que aparezcas de repente,
sin llamar a la puerta,
en mis pensamientos.
En mis sentimientos.
En mis líneas.
No te di permiso, y tomas las advertencias como retos.
Nunca quisiste irte.
Pero nunca fuiste.
No soy nadie para dar títulos
pero he intentado hacerte eterna
en más líneas que fotos.
Te pido perdón si nunca te cuento el secreto,
pero si mis textos enamoran,
es porque tú lo haces.
Tú eres mis dedos sobre el teclado.
Tú eres cada nombre que viene al leer todo.
Tú eres Soñar, Amar, Reír, Andar.
Eres el no querer caer.
Eres mi insomnio.
A kilómetros.
A un cuerpo de distancia.
Cuerpo que descansa al calor
de las calles de una ciudad del este.
Del ventilador de tu ordenador,
el que hoy te hace eterna.
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