Espacio repleto de reflexiones, relatos, historias, opiniones...

Textos llenos de pensamientos intensos, de palabras de aliento.

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Algún lugar hacía falta donde poder expresar todo lo que por dentro uno guarda.
O simplemente opiniones que se retienen en el interior, causando dudas...
A este lugar se le bautizará como el jardín de las opiniones, donde crecen ideas, e incluso se podrán plantar en él sentimientos, que quizás, algún día den su fruto...
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Éste soy yo, éste es mi ser.

2017-09-22

Horas que se tornan en segundos

Acaba el concierto y es hora de partir.

Oscura noche con restos húmedos en las aceras de la amenaza de precipitación que las nubes mostraron apenas minutos antes. Del vaso solo quedan los hielos, bañados en su propio estado líquido con restos de lo que sería el tranquilizante y a la vez estimulante alcohol de una velada musical.

Se apagan los focos, se desconecta el sonido y en la plaza solo se escucha el murmullo de la gente, los gritos de las personas que siguen tarareando las canciones y los clásicos de fiesta cuando el ron te quita la vergüenza. Quizás no es tan tarde para ir directo a la cama - pienso mientras me anudo la sudadera a la cintura planeando el camino más cercano a la habitación que en esa noche tocaba. Pero la noche aún guardaba sorpresas.
En la ronda de despedidas de amigos y terceros también te despides incluso de los desconocidos, motivado por el bailar de una plaza entera que hace creer navegante en asfalto. Te saludan, te presentan a gente nueva, entre ellas la persona que en el momento que aparece, tiene tres canciones dedicadas en un guión mental con borrones producidos por el pitido del sonido recién apagado que te distrae a cada segundo. Miles de personas rodeando en una fiesta de gritos y sonrisas etílicas acompañadas del movimiento que la multitud comprimida produce a cada empujón.

Pero ya no existe nadie más, pero la cama pierde prioridad en la noche y decido hacerla esperar con el frío característico con el que sus sábanas me esperaban cada noche. Pero la noche se torna en una cuenta atrás para la verdadera despedida. La misma que me obligará a separarme de la portadora del vaso que varios ojos envidian. Vaso que acaricia los labios que sonríen y cantan al compás de la música, la misma que cansa y agota al ser escuchada en cada bar, cada calle, cada fiesta, pero que ahora se hace banda sonora del momento que te cambió los planes. Del instante en el que la prioridad se centró en aprovechar cada minuto que iba restando, amenazado por el amanecer que separaría nuestros caminos sin saber si volverían a cruzarse.
20 minutos de conversación han pasado, unas 6 o 7 canciones repetitivas, y he tenido la sensación de haber parpadeado solo una vez. Sus verdes ojos me transmiten calma, me apaciguan en un valle, acariciado por una brisa, ya no fría, que me devuelve a la realidad y en ocasiones me hace volver a entrar en la reciente rutina de contar los minutos que quedan.

No te conozco de nada y sé que no te voy a poder olvidar. No entiendo la lógica de lo efímero, del cómo el olvido juega a no ser parte. Como en apenas dos horas que nos quedan, quiero vivir una eternidad a su lado.

Bares con luces, con bailes, con más sonrisas acompañadas del olor dulce del cubata que se cae con cada vuelta que damos en la pista. Horas que se tornan en segundos...

Y en el metro llega la despedida. Los besos, los abrazos y el ojalá verte pronto con sabor a confusa despedida. Sin fecha de reencuentro, sin teléfonos ni contacto de por medio. Sin saber más que un nombre y el recuerdo de la forma exacta de tu espalda, de tus caderas, de la fuerza de tu persona ante la lucha de una vida entera.

Se aleja por las vías, se marcha una vida en una sonrisa de la que me enamoré y me mentía, motivado por el alcohol, con la excusa de ser un capricho que el ron me hacía querer.

Y amanecí.
Con unas pocas horas dormidas. Con toda una vida perdida en un adiós.

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