Estás odiosamente guapa cuando duermes y te abrazas mi brazo que ahora te pertenece.
Nos alcanzó la muerte que prometió no separarnos. Dejamos de tropezarnos cuando intentábamos bailar y ya no discuto si los cereales van antes o después de los buenos días.
Me faltan la mitad de las ganas y todas las fuerzas para volver a verte. Te sobran los besos en otros bares. No les cuentas las canciones que te escribí. Pero saben que eres protagonista de acordes. Conoces los portales de los artistas del lugar... pero no su puerta. Vives la noche siendo dos. Regresas siendo una.
Vuelves a amanecer. Odiosamente guapa. Cambiando tu soledad por una noche de absurda, fácil compañía. Compañía que dejas de buscar cuando otros labios pronuncian tu nombre y unos ojos acarician tu cuerpo.
Y en el espejo, me vuelvo a encontrar.
Con los arañazos del ayer. Con las cicatrices de cada vez. Con la mirada dependiente y la impotencia del volver a caer. De ser otro más. Pero "Él" en tus conversaciones.
Despiertas. Me abrazas. Y no puedo besar más. Te vuelves a arrepentir y vuelves a prometer que no me volverás a dañar. Aun así, pides recuperar mi brazo rodeándote la cintura y deseas descansar un poco más.
No duermo. Tienes mi abrazo. Solo te observo. Odiosamente guapa.
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