Espacio repleto de reflexiones, relatos, historias, opiniones...

Textos llenos de pensamientos intensos, de palabras de aliento.

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Algún lugar hacía falta donde poder expresar todo lo que por dentro uno guarda.
O simplemente opiniones que se retienen en el interior, causando dudas...
A este lugar se le bautizará como el jardín de las opiniones, donde crecen ideas, e incluso se podrán plantar en él sentimientos, que quizás, algún día den su fruto...
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Éste soy yo, éste es mi ser.

2018-04-24

Qué fuimos

Yo era otra gota en tu espalda, deslizándose por tus vértebras
y tu espina dorsal se clavaba en mi garganta,
atragantándome en cada beso que dedicaba
a tus costillas creadoras de mi vida.

El dar de cada día, un masaje terminado en santo pecado.
Noches de bohemia y despreocupación. De escribir a nuestro herido diario que las luces del peón del tablero tiraron las torres de discos que tu mesa protegía. Tu alfombra vestía entonces el Rock'n' Roll de unos cuerpos desnudos bailando en una pista horizontal un paso con doble de hielos, deshaciéndose en el vaso en el que el ron se ahogaba. El teléfono colgado de una soga que comunicaba demasiado al balancear el olor vainilla de tu perfume favorito, arraigado al cuello que mordía, al brazo que acariciaba. Las sombras de una cortina, pura y blanca, con un negro futuro arrancado de sus anillas y tirado junto a la cama que deshecha, hacia el amor unido, con dos sobre el colchón.
El significado de las líneas cambió cuando la historia, terminable, me dijo que mi nombre se borró del buzón que recibía tus cartas. En el que al mirarme, hacías no conocerme y no querer hacerlo.

Terminé siendo ese extraño desarreglado que frecuentaba las barras libres de sentido y con botellas vacías y llenas de historias como la que lloraba cada cóctel en mi garganta.
Dolor inhumano el sentir clavadas tus espaldas cuando cruzabas mi campo de visión, tus puntos de mira apuntando en otra dirección y tus sonrisas besando cualquier amante de noche triste que te dejaba sola con tu cortina, con tu vainilla y tu colchón.

Una vez jugamos a ser dos Dioses desterrados, por osar hacer cada esquina del mundo nuestra y por ubicar cada estrella en las pecas de tus caderas. Las constelaciones tenían tu nombre y era fácil reconocer tu sonrisa en el cielo.

Y como del río, todos quisieron probar de ti. Fuiste una estrella fugaz en sus noches de cometas y lluvia de bellas palabras en el aire congestionado por la contaminación de una acústica silenciada. De unos llantos callados con la almohada que me daba los buenos días. Con las sábanas que secaban los ojos que cuando me miraban en la barra del mar, llevado por la marea, miraban hacia otro horizonte.

Porque terminamos siendo dos desconocidos que se conocían demasiado.
Dos conocidos que no se reconocían.
Terminamos siendo al fin, lo que en un principio temimos.

Un dos, dividido en cifras.
Uno solitario que no volvería a multiplicar su sentimiento por el dos que nunca dormía sola.
En realidad,
eran dos unos que dejaron de sumar para acabar sin casi valor.

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